Una brisa ligera, fria, sacude nuestros rostros. Con los cuerpos cansados, pero aún dispuestos a seguir el camino, nuestros ojos vislumbran por vez primera Jerusalem. Desde la altura, las colinas se pierden en el horizonte, y cientos de casas y variadas construcciones entre ellas. La emoción embarga a la comitiva y el silencio reina, roto solo por el ulular del viento. Todo lo visto, leido y oido, no hace justicia a ver la ciudad santa en persona....
Fotos © Juan Jesús Ruiz González
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